Fotografía del diario Ideal, donde se refleja la manifestación por la III República del 2 de junio
Ayer, día 2 de
junio de 2014, recibimos una noticia totalmente inesperada: Su Majestad el Rey,
Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, abdica en la figura de su hijo Felipe que,
a la larga, podría convertirse en Felipe VI. En pocos momentos, no tardó en surgir
el clásico debate sobre la dicotomía entre Monarquía y República como forma de
Estado.
Me gustaría
traer a colación mis reflexiones sobre dicho debate, y sobre muchas de las
mentiras que se quieren verter aquí acerca de las pretensiones de quienes defendemos
una República de forma consciente y activa.
Una República
no es sólo una bandera, no son sólo tres colores, un escudo, es algo más que
eso. La República es una forma de concebir la democracia y de extenderla a toda
la sociedad.
El problema
viene cuando se trata de deslegitimar a una y otra parte asociándolas a figuras
pasadas y a ideologías. Y supongo que ya saben a lo que me refiero: a la
clásica asociación República-Izquierda y Monarquía-Derecha. Señores, para su
propia supervivencia y legitimidad, un Estado es y debe ser ajeno a cualquier
tipo de ideología, pero parece que muchos quieren identificar a los
republicanos como "perroflautas rojos y comunistas" para seguir
perpetuando su situación y elevarse como poseedores de "la paz
democrática", y dejarnos como "anti-democráticos", cuando
precisamente queremos una República para demostrar todo lo contrario.
Ustedes pueden
elegir entre Juan Carlos motor de la Transición, o Juan Carlos elegido por el
Caudillo. Entre Juan Carlos defensor del orden constituciona en el 23-F, o Juan
Carlos instigador de dicho golpe. De ustedes depende la opción escogida, de
acuerdo a sus identidades, ya sean monárquicos o republicanos. No seré yo el
que se introduzca en dicho debate, lo hecho hecho está. Juan Carlos ha tenido
un papel importante en la consecución de la democracia, pero a mi parecer,
otorgándole todo el protagonismo, se lo estaríamos quitando, arrebatando,
usurpando al verdadero motor de la Transición: el pueblo. Un pueblo que se
movilizó a favor de la democracia, se posicionó contra el Franquismo y luchó
incansablemente para conseguir aquello que hoy, desgraciadamente, estamos
perdiendo a pasos agigantados. Un pueblo al que, desde entonces, lo han hecho
"juancarlista", y silenciaron su debate acerca de la forma de Estado
que querían.
Sí, yo estuve
ayer en la concentración (luego derivada en manifestación) que se celebró en
todas las capitales de España, no ya sólo para pedir la III República, sino
algo muchísimo más importante, y de lo que intencionadamente muchos quieren
olvidarse: convocar un referéndum que permita al pueblo decidir en qué tipo de
Estado quiere vivir. ¿Hay algo más democrático que un referéndum que permita
que el pueblo exprese libremente en las urnas bajo qué marco común de
convivencia desean permanecer?
Había todo
tipo de pretensiones acerca de la República que todos los que estábamos allí
queríamos construir: mientras unos prefieren una República socialista
(pretensión totalmente legítima, por otra parte), otros preferimos una
República social y democrática de Derecho. Si cabe, mucho más social y mucho
más democrática de lo que es actualmente.
Sin embargo, muchos se empeñan en
hacernos pensar que queremos revivir el debate de las "Dos Españas" y
que queremos iniciar una nueva Guerra Civil. Antes de nada, a pesar de los
muchos errores cometidos (y que debemos aprender para no repetir), la II
República trajo a España muchos de los avances democráticos más importantes de
aquella época, pero ese sueño fue truncado antes de que viera sus frutos, como
todos sabemos, por el golpe de Estado del bando nacional la noche del 16 al 17
de julio de 1936.
¿Eso quiere
decir que añoremos y queramos volver a tal estado de cosas? En absoluto. Muchos
de los que estábamos allí optamos por la famosa "Tercera España", una
España que sea ejemplo en el mundo por el desarrollo de sus derechos
fundamentales, de sus instituciones, de su democracia.
Por este
motivo, no veo por qué muchos recelan de la convocatoria de un referéndum,
cuando es la muestra más democrática de la que puede hacer gala un Estado.
¿Tanto miedo hay a lo que el pueblo pueda pensar? No pido una ruptura total con
el actual régimen, pido una necesaria evolución que elimine el anquilosamiento
de una dinastía en la Jefatura del Estado, y que el próximo Presidente de la
República pueda ser elegido entre todos los españoles y españolas, juntos
hermanados por un futuro mejor, lleno de paz y democracia.
Por todo ello,
mi posición es clara. Yo digo SÍ al referéndum. SÍ a la III República. En
definitiva, un SÍ rotundo a la democracia.
Salud y República, amigos.
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