“Señores, es evidente que nuestro
partido no está pasando por su mejor momento. Nuestra ineficacia para hacer
frente a la crisis económica nos ha hecho perder gran parte del electorado. Os
he reunido aquí porque el partido necesita nuevas ideas, nuevas propuestas y,
sobre todo, un líder que sepa comunicarlas, que conecte con el electorado y recupere
la esencia de nuestro partido. ¿Alguna idea? ¿Sí, Susana?”
“Discúlpeme,
señor Presidente, pero… ¿por qué no UNA líder?”
Es
posible que todas las conversaciones de las Ejecutivas federales de los
partidos socialistas hayan comenzado de esta manera. Y muchos han resuelto esta
difícil papeleta de la misma manera: colocando al frente del partido a una
mujer.
Así las cosas,
a la edad de 38 años, Susana Díaz se ha convertido en la primera mujer
Presidenta de los andaluces. Llegó siendo una completa desconocida, pero su
firmeza y su decisión a la hora de hacer política la han colocado en el primer
plano del panorama político nacional, y ahora pocos desconocen quién es esta “guerrera
andaluza”. Baste recordar que, en plena indecisión del PSOE acerca de la
actitud con la que afrontar el desafío soberanista de Cataluña, una llamada
desde Sevilla fue suficiente para reconducir al partido y hacerle votar en
contra de dicha propuesta, poniendo de relieve la capacidad de convicción que
tiene Susana Díaz sobre la Ejecutiva Federal del Partido Socialista y sobre sus
bases.
2014 es un año
clave para la andadura de los socialistas, en la medida en que un buen
resultado en las elecciones europeas del 25 de mayo les daría un respiro de
cara a las importantes elecciones generales de 2015. ¿Y a quién mejor que poner
al frente de las listas que a una mujer? El 9 de febrero, la Ejecutiva decidió
que Elena Valenciano, de 54 años, encabezara la lista de candidatos al Parlamento
Europeo y liderara un importante proyecto de partido que, de fracasar, sería un
vendaval para Alfredo Pérez Rubalcaba, que desde la calle Ferraz observa a
Valenciano muy atentamente, como si se tratara de su último bote salvavidas.
Más cercana en
el tiempo es, sin duda, la buena nueva que llega desde nuestro país vecino,
Francia. Tras la clamorosa debacle del Partido Socialista francés en las
elecciones municipales de marzo, por la mala gestión de François Hollande desde
la Presidencia y su viraje hacia políticas neoliberales poco acordes con el
espíritu de su partido, éste ha podido marcarse un pequeño tanto por el
mantenimiento de la alcaldía de París, feudo socialista desde que en 2001 fuera
liderada por Bertrand Delanoë. ¿Y quién va a ocupar la mairie de París? Sí, lo
han adivinado, es una mujer, Anne Hidalgo.
Hidalgo, hija
de republicanos gaditanos exiliados, se presentó a estas elecciones municipales
como la nota exótica a tener en cuenta, y desde luego, su victoria no ha pasado
desapercibida, ya que se ha convertido en la primera mujer alcaldesa de París y
en el ojito derecho de Hollande, casi salvado de una catástrofe que no podía
haber sido peor.
Después de ver
estos tres ejemplos, cabe preguntarse lo siguiente: ¿están conquistando
definitivamente las mujeres los altos cargos de los partidos políticos y, en
concreto, del Partido Socialista? ¿O constituyen tan sólo una herramienta
propagandística al servicio del partido para dar al electorado una mayor imagen
de integridad y adecuación a los nuevos tiempos?
Joni
Lovenduski, politóloga experta en temas de género en los partidos políticos,
consideraría que estas medidas se
incluyen dentro de las denominadas “positive discrimination strategies” (estrategias de discriminación positiva), que
suponen el estadio más avanzado de incorporación de la mujer a un partido
político, en la medida en que se introducen medidas por las cuales se les
reserva a las mujeres determinados puestos de decisión política (cuotas), o se
configura un porcentaje mínimo de mujeres que deben ir en las listas
electorales. El ejemplo más claro es la lista “cremallera” que usará el PSOE
para las europeas, en las que alternará a mujeres y a hombres en los puestos de
la lista.
Sin embargo,
Lovenduski nos advierte de un peligro, y es que si estas cuotas se introducen
en puestos estratégicos de gran importancia en el partido, los hombres pueden
verse tentados a proteger su monopolio de poder, como en otros tantos ámbitos. El
tiempo dirá si tan sólo son “marionetas de partido”, o si verdaderamente la
fuerza, el coraje y el trabajo de estas mujeres resultan recompensados.
No podemos
desmerecer en absoluto la aventura que inician estas tres mujeres, e
independientemente de su partido, representan un nuevo comienzo en la andadura
del género femenino por la política, tanto nacional como internacional. Ya se
han sentado las bases, y ahora con perseverancia y educación, está en nuestras
manos acabar con la discriminación de género en la política. Como diría un buen
amigo mío:
“La revolución será feminista, o no será”