sábado, 12 de abril de 2014

Las chicas son guerreras... ¿y socialistas?


(de izq. a der.) Elena Valenciano, Susana Díaz y Anne Hidalgo

           “Señores, es evidente que nuestro partido no está pasando por su mejor momento. Nuestra ineficacia para hacer frente a la crisis económica nos ha hecho perder gran parte del electorado. Os he reunido aquí porque el partido necesita nuevas ideas, nuevas propuestas y, sobre todo, un líder que sepa comunicarlas, que conecte con el electorado y recupere la esencia de nuestro partido. ¿Alguna idea? ¿Sí, Susana?”
                “Discúlpeme, señor Presidente, pero… ¿por qué no UNA líder?”
               
           Es posible que todas las conversaciones de las Ejecutivas federales de los partidos socialistas hayan comenzado de esta manera. Y muchos han resuelto esta difícil papeleta de la misma manera: colocando al frente del partido a una mujer.
Así las cosas, a la edad de 38 años, Susana Díaz se ha convertido en la primera mujer Presidenta de los andaluces. Llegó siendo una completa desconocida, pero su firmeza y su decisión a la hora de hacer política la han colocado en el primer plano del panorama político nacional, y ahora pocos desconocen quién es esta “guerrera andaluza”. Baste recordar que, en plena indecisión del PSOE acerca de la actitud con la que afrontar el desafío soberanista de Cataluña, una llamada desde Sevilla fue suficiente para reconducir al partido y hacerle votar en contra de dicha propuesta, poniendo de relieve la capacidad de convicción que tiene Susana Díaz sobre la Ejecutiva Federal del Partido Socialista y sobre sus bases.
2014 es un año clave para la andadura de los socialistas, en la medida en que un buen resultado en las elecciones europeas del 25 de mayo les daría un respiro de cara a las importantes elecciones generales de 2015. ¿Y a quién mejor que poner al frente de las listas que a una mujer? El 9 de febrero, la Ejecutiva decidió que Elena Valenciano, de 54 años, encabezara la lista de candidatos al Parlamento Europeo y liderara un importante proyecto de partido que, de fracasar, sería un vendaval para Alfredo Pérez Rubalcaba, que desde la calle Ferraz observa a Valenciano muy atentamente, como si se tratara de su último bote salvavidas.
Más cercana en el tiempo es, sin duda, la buena nueva que llega desde nuestro país vecino, Francia. Tras la clamorosa debacle del Partido Socialista francés en las elecciones municipales de marzo, por la mala gestión de François Hollande desde la Presidencia y su viraje hacia políticas neoliberales poco acordes con el espíritu de su partido, éste ha podido marcarse un pequeño tanto por el mantenimiento de la alcaldía de París, feudo socialista desde que en 2001 fuera liderada por Bertrand Delanoë. ¿Y quién va a ocupar la mairie de París? Sí, lo han adivinado, es una mujer, Anne Hidalgo.
Hidalgo, hija de republicanos gaditanos exiliados, se presentó a estas elecciones municipales como la nota exótica a tener en cuenta, y desde luego, su victoria no ha pasado desapercibida, ya que se ha convertido en la primera mujer alcaldesa de París y en el ojito derecho de Hollande, casi salvado de una catástrofe que no podía haber sido peor.
Después de ver estos tres ejemplos, cabe preguntarse lo siguiente: ¿están conquistando definitivamente las mujeres los altos cargos de los partidos políticos y, en concreto, del Partido Socialista? ¿O constituyen tan sólo una herramienta propagandística al servicio del partido para dar al electorado una mayor imagen de integridad y adecuación a los nuevos tiempos?
Joni Lovenduski, politóloga experta en temas de género en los partidos políticos, consideraría que estas medidas  se incluyen dentro de las denominadas “positive discrimination strategies” (estrategias de discriminación positiva), que suponen el estadio más avanzado de incorporación de la mujer a un partido político, en la medida en que se introducen medidas por las cuales se les reserva a las mujeres determinados puestos de decisión política (cuotas), o se configura un porcentaje mínimo de mujeres que deben ir en las listas electorales. El ejemplo más claro es la lista “cremallera” que usará el PSOE para las europeas, en las que alternará a mujeres y a hombres en los puestos de la lista.
Sin embargo, Lovenduski nos advierte de un peligro, y es que si estas cuotas se introducen en puestos estratégicos de gran importancia en el partido, los hombres pueden verse tentados a proteger su monopolio de poder, como en otros tantos ámbitos. El tiempo dirá si tan sólo son “marionetas de partido”, o si verdaderamente la fuerza, el coraje y el trabajo de estas mujeres resultan recompensados.
No podemos desmerecer en absoluto la aventura que inician estas tres mujeres, e independientemente de su partido, representan un nuevo comienzo en la andadura del género femenino por la política, tanto nacional como internacional. Ya se han sentado las bases, y ahora con perseverancia y educación, está en nuestras manos acabar con la discriminación de género en la política. Como diría un buen amigo mío:

“La revolución será feminista, o no será”